La caja negra de una empresa accidentada

En mis ponencias, muchas veces uso el símil del avión como empresa.

Da mucho juego, no lo voy a negar, te permite jugar con la metáfora de las turbulencias, del capitán, del equipaje…etc. De hecho cuando hablo de formaciones siempre digo una frase que me encanta que es esa de que “uno es ateo hasta que el avión cae”, y así digo que una empresa que no cree en la formación de sus equipos acaba haciéndolo cuando it´s too late, y milagros a Lourdes.

Yo he emprendido en una decena de ocasiones, con más errores que aciertos pero nunca he fracasado pues a veces gané y otras tantas aprendí. Es el juego de la vida. No es fácil pasar de lunático a emprendedor, aunque ambos requieren de ideas locas, el segundo arriesga su tiempo, su dinero y su reputación. Y yo siempre he admirado a los emprendedores de éxito porque sé de buena tinta lo difícil que es, y más en estos tiempos que necesitas más un tarotista que un controller, tiempos donde cualquier decisión ya está obsoleta antes de arrancarla en una época vital de incertidumbre, de incomprensibles acontecimientos y asumidos en un estado de carencia global de valores. Los emprendedores son héroes, son incluso, me atrevería a decir, “insensatos” en estos tiempos convulsos y para colmo teniendo que lidiar muchas veces con un tipo gente que en la vida ha levantado una persiana, salvo para llevarse un tupperware del marisco que ha sobrado y que tienen la extraña costumbre de únicamente salir a trabajar el onomástico día que libran todo el resto de trabajadores.

Llegados a este punto y haciendo alusión al título de este artículo estoy convencido que si cogiéramos todas esas empresas que han quebrado estos últimos diez años, todos esos aviones caídos, y sacáramos sus cajas negras, sus verdaderos testigos del declive se escucharían 3 cosas en todas sus grabaciones:

  1. “¡Aquí siempre se ha hecho así!" Empresas que, por blanquinegro romanticismo, han seguido reiterando prácticas que se fundaron cuando el propietario todavía no pintaba canas y en un mundo donde el VUCA ya parece más una toma “slow motion” el resultado es el que todos imaginamos, menos para los románticos de lo que siempre fue así, ajenos a la quiebra, que tienen alergia a todo lo que rodea a esa zona (inconfortable) de confort.
  2. “No es culpa mía”. Esta fatal y patética postura triunfalista propia del middle management en reiteradas reuniones de comités perfumadas de un ego insoportable y que provoca un cataclismo a medio plazo. Es muy latino esto de no saber asumir responsabilidades cuando el CEO, a fin de cuentas, no busca culpables, busca soluciones, el CEO no es juez, es un capitán, no quiere saber quién se equivocó con la dirección de las velas simplemente ansía una rectificación urgente que lleve el maltrecho velero a tierra firme. Las reuniones departamentales mensuales se han convertido en un combate de ego´s donde cada cual trata de salvar su trasero y sin entender que no va de medallas, va de estrategia, de iterar y de tomar decisiones que enderece aquello que no funcionó como debía ser.
  3. “Ahora no puedo, estoy con esto que es urgente”. Siempre me ha aterrado visitar empresas y no ver a una sola persona sentada en su mesa mirando al horizonte. ¡Carajo! ¿Que aquí nadie piensa? ¿Acaso son todos robots ejecutando órdenes sin una pausa para dar rienda suelta a esto que reposa sobre nuestros hombros? Hemos confundido lo importante por lo urgente, hemos querido llenar de tareas nuestro horario laboral para que curiosamente a la misma hora salgamos cientos de personas por la puerta del polígono, todos haciendo caer el bolígrafo al unísono, agendas de horarios y no de objetivos, somos niños metiendo figuritas en los agujeros correspondientes, tapando huecos con tareas que son, aparentemente, urgentes pero sin plantearnos si son necesarias, si son importantes y lo peor, matando un tiempo valioso para poder pensar en cómo mejorar la empresa.

El avión se estrelló por una mediocre plantilla que obvió algo importante por ocuparse de otras pseudo-urgencias, por primar el ego por encima de todo y por no querer mejorar, por jurar ante la Biblia y la ley que esto siempre se hizo así. Hasta que chocó.

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En mis ponencias, muchas veces uso el símil del avión como empresa. Da mucho juego, no lo voy a negar, te permite jugar con la metáfora de las turbulencias, del capitán, del equipaje…etc. De hecho cuando hablo de formaciones siempre digo una frase que me encanta que es esa de que “uno es ateo hasta que el avión cae”, y así digo que una empresa que no cree en la formación de sus equipos acaba haciéndolo cuando it´s too late, y milagros a Lourdes. …

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