La huella de carbón o la huella del cabrón

El mundo tiene fecha de caducidad y nosotros lo estamos anticipando.

Ahora que soy padre, mi mundo ha cambiado totalmente, tengo una perspectiva diferente y cada día siento la responsabilidad de haber traído una nueva alma a un Planeta que desconozco, que estamos destrozando y donde desgraciados egos arrugados ponen en riesgo global a inocentes infantes que crecen felices, en la ignorancia que el mundo lo gobiernan cuatro hijos de puta.

Dicho esto, y perdonad las palabras, demasiado correcto estoy siendo, la pregunta es ¿Qué está en nuestras manos? ¿Qué podemos hacer nosotros?

Está claro que, mal que nos pese a algunos, las ciudades no pueden ser un epicentro de contaminación. La España vaciada es un escenario que se repite en todos los países desarrollados, las ciudades tienden a colapsarse, y en esta tendencia imparable es imposible plantearse que debemos seguir con las mismas normas y con los mismos vehículos.

La gente se queja de los patinetes y de las bicicletas pero la anorexia neuronal no les permite ver que el problema no son esos medios de transporte, que de hecho son su salvación, el problema es la falta de cultura, de normativa y de formación. Sus pulmones lo saben, mientras que ellos entre queja y queja, lo ignoran. La micromovilidad urbana no solo ha venido para quedarse sino que es parte de la solución para dejar un mundo aceptable a nuestro hijos, a nuestros nietos, y esto sí que está en nuestras manos.

La población española que respira aire contaminado (según los valores límite y objetivo establecidos para los contaminantes principales citados por la Directiva 2008/50/CE y el Real Decreto 102/2011) alcanza los 15,5 millones de personas, es decir un 33,1 % de toda la población. En otras palabras, para que Paco me entienda, uno de cada tres españoles respira un aire que incumple los estándares legales vigentes.

Las ciudades del futuro pasan por la micromovilidad y donde el reparto urbano deberá replantearse por completo. Hoy ver furgonetas diesel de Amazon subidas en las aceras de todos los barrios repartiendo productos ecológicos a activistas de quita y pon, o ver un coche de 3 toneladas ocupado por una sola persona yendo a la oficina en paralelo a la misma trayectoria que el autobús 37 serán imágenes del pasado, imágenes que nuestros nietos percibirán como impensables. Esto es así, lo sabe McFly.

Va siendo hora que nos familiaricemos con la huella de carbono, porque ya aviso que va a ser el foco del Planeta en las próximas décadas. Ojalá después que un octogenario con tremendos intereses económicos “great again” y un sociópata de viagra fácil dejen de jugar a la guerritas de sus egos a costa de la muerte de jóvenes llenos de esperanzas espero que de nuevo el mundo ponga el foco en lo que realmente importa, y eso se llama cambio climático. El CO2, al fin y al cabo y para el que no lo sepa, es un gas incoloro, inodoro e inocuo para el ser humano excepto cuando se acumula en exceso en la atmósfera y causa perturbaciones en el clima. Un impacto sobre las personas mucho más indirecto que el derivado de las altas concentraciones de óxidos de nitrógeno, óxidos de azufre y partículas en suspensión que convierten el aire de las ciudades en un cóctel tóxico al que no escapan ni los propios conductores dentro de sus coches. Es tremendamente preocupante.

Para todos aquellos urbanitas que piensan que viven por encima del bien y del mal, en las ciudades hay niveles elevados de contaminación atmosférica donde se padecen más enfermedades de corazón, problemas respiratorios y cánceres de pulmón que aquellos que viven en las afueras. La contaminación urbana causa al año más muertes que el sida y la malaria y esto mucha gente lo desconoce. El número de víctimas directas o indirectas del aire contaminado puede duplicarse de aquí al 2050, conforme aumenta la población urbana y seguimos quemando carbón y madera para producir calor y energía, y, sobre todo, petróleo para seguir moviéndonos y no lo digo yo, ya lo decía la prestigiosa revista Nature en el 2015.

Además, el problema afecta también gravemente a las ciudades europeas, donde se estima que se producen entre 400.000 y 450.000 muertes prematuras al año por la contaminación (más un coste calculado en 1,4 billones de euros para los sistemas sanitarios). En España, las estimaciones rondan las 27.000 muertes anuales, tela marinera.

La micromovilidad es parte de la solución, por su propia ligereza y su propulsión humana y/o eléctrica, porque tienen un bajo impacto medioambiental, generan menor nivel de ruido y no producen emisiones contaminantes durante su uso. Y aquí resaltaré que hace falta más inversión de los Estados, no sólo en empresas que desarrollan este sector visionando e implementando las ciudades del futuro, sino también se requiere fuerte inversión en educación, en formación y en nuevas legislaciones para que este cambio de movilidad sea ordenada, pacífica y aceptada por las personas en general. Menos presupuesto armamentístico y más micromovilidad sostenible.

Es por eso que me he sumado en mi actividad profesional en algo que deje un legado, en algo que pone su grano de arena en alargar la fecha de caducidad de este maltrecho mundo al que ha llegado mi maravillosa Sofía.

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El mundo tiene fecha de caducidad y nosotros lo estamos anticipando…

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