Ojos de Gata (suena a creatividad, brainstorming y liderazgo)

Los que bien me conocen saben que soy un melómano empedernido, no de los de Cantaloup, de los de la buena música, todo aquello que precede a las últimas dos décadas de ruido tildado de ¿música?

Hay una maravillosa canción de Los Secretos llamada “Ojos de Gata” que si no has tenido el placer de escucharla puedes estar feliz, hoy es un gran día. ¡Que la disfrutes!

Aunque he escuchado versiones edulcoradas de cómo Sabina y Urquijo juntos empezaron a componer esta obra de arte bicéfala, explicaré una que me contaron en el mismísimo Penta (te sonará de “La Chica de Ayer” de un archiconocido grupo que lleva mi nombre anticipándose al lenguaje inclusivo y cuyo cantante estrella fue otro de los grandes de la historia musical y también perseguido por los “wild horses” que tanto daño hicieron durante la Movida Madrileña).

Voy a decir “presuntamente” ya que esta persona llevaba un par de carajillos de más pero sabía más de “La Movida” de lo que pude imaginar. Sobre la mismísima barra de El Penta se me inundaban los ojos escuchando historias de un señor que vivió la mejor época de Madrid y en su mejor edad, obviamente peinaba canas y llevaba una chupa de cuero con un pin oxidado de los Rolling. Me dijo que Joaquin y Enrique se encontraron en un garito madrileño, por casualidad, cuando ya no quedaban bares abiertos, y el dueño del lugar bajó la persiana y les sirvió sus penúltimas copas. Estaban tan entusiasmados del encuentro fortuito que el dueño les proporcionó una guitarra y ambos decidieron escribir una canción juntos, que presuntamente, empezaría en una servilleta de esas que vivían en una estructura metálica con el logo de Cinzano. A juego con el cenicero, en aquellas épocas que volver a casa era volver ahumado en una fábrica de tabaco.

Pues bien, parece ser que la cogorza era tan grande que ambos quedaron fritos sobre la mesa y al despertar, una vez en la calle, viendo la vida real pasar, decidieron que cada uno la acabaría por su lado. Es así como tenemos dos joyas de la música nacional que empiezan de la misma manera pero acaban tremendamente distintas.

Sabina compuso “Y nos dieron las diez” y Enrique “Ojos de gata”. Aunque ambas historias acontecían en un pueblo con mar, una noche después de un concierto, y que ambos se dieron con la reina de la noche, una camarera que estaba en el único bar que quedaba abierto, el final para ambos fue dispar, así como Sabina fue un triunfador y se pegaron el lote en cada farola, apunta además que su mano le correspondió debajo de su falda y con todo ello se les pasaron las horas en un tórrido estado de hormonas alborotadas, el pobre tristón Enrique tuvo un final no feliz. Se emborrachó y usó a la reinona del lugar como almohada, y ya nos cuenta él que cómo explicar que se volvía vulgar al bajarse de cada escenario.

Ambos genios juntos lograron sellar dos canciones que pasarán a los anales de la historia de la buena música española. Estamos de acuerdo. Pero aunque ambas son miel para los tímpanos, lo sorprendente es que a partir del punto en que se separan, las canciones trazan caminos totalmente distintos, en ritmo, en letra, en intensidad y aflora irremediablemente la personalidad de ambos cantautores. Uno de triunfador y otro de perdedor.

Learnings para el mundo de la empresa:

  • Juntando buen talento solo pueden salir buenos resultados.
  • Empresas con estilo “patriarcal” donde lo que opina el líder el resto sólo hace que apoyarlo y seguirlo, mata la creatividad y la magia.
  • Si el talento en la empresa inicia un proyecto y hay disparidad de opiniones, hay que crear una cultura de libertad de opinión donde puedan salir diversas opciones. Incluso crear líneas de desarrollo paralelas y luego medir, opinar y tomar decisiones.
  • En empresas donde se fomenta la aportación y la libertad de pensamiento salen dos canciones increíbles, en el resto solamente sale una. Y mala.

Gracias Enrique por el legado que nos dejaste. En la calle Espírito Santo el pasado marzo dejé una vela en el portal donde nos dejaste tú, y donde también nos dejaste un tesoro que siempre acaricia mis oídos.

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Los que bien me conocen saben que soy un melómano empedernido, no de los de Cantaloup, de los de la buena música, todo aquello que precede a las últimas…

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